“Compostela está ante la oportunidad histórica de reconectar con el territorio de su entorno para impulsar un modelo productivo sostenible y desvincular su desarrollo económico del deterioro ambiental”. Esta es una de las conclusiones del debate sobre medioambiente y urbanismo, que tuvo lugar esta tarde (6 de julio 2023) en la Real Sociedad Económica de Amigos del País de la Ciudad de Santiago. La mesa titulada “Preservar el futuro de Compostela. Espacio verde, retos ecológicos y salud urbana” tuvo como ponentes a Ruth Varela, doctora arquitecta y miembro de la unidad de investigación Paisaje, Arquitectura y Ciudad de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad de A Coruña; Miguel Serrano, doctor en Biología, profesor en el departamento de Botánica de la Facultad de Biología y miembro del Grupo de Investigación, Análisis y Conservación de la Biodiversidad de la Universidad de Santiago de Compostela; y Enrique Seoane, doctor arquitecto, jefe del Servicio de Planeamiento y Gestión Urbanística del Concello de Santiago y profesor en el Departamento de Proyectos Arquitectónicos, Urbanismo y Composición de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad de A Coruña.
En su intervención en el debate, incluido en el ciclo organizado por la RSEAPS “Compostela 2023-2027. Presente y futuro”, Ruth Varela aseguró también que, “para aprovechar esta oportunidad histórica, Compostela debe poner el foco en la restauración ecológica, la producción de proximidad y las infraestructuras verdes”. “Siguiendo el marco conceptual del borrador de la Estrategia Verde del arquitecto catalán Albert Cuchi, de 2010, plenamente vigente hoy en día, Santiago podría desarrollar un proyecto urbano sostenible, aprovechando sus grandes potencialidades físicas y patrimoniales, y aprovechando también uno de sus patrimonios más valiosos: el metabolismo social de la ciudad tradicional -circular y sostenible-, que corresponde a la manera en la que los habitantes de Compostela y su entorno consumían energía y recursos del medio natural”.
Por su parte, Enrique Seoane afirmó que, “en Santiago y en las ciudades de Galicia en general, se debe actuar contemplando los paradigmas de la contemporaneidad (mundialización de la economía y globalización de la cultura y del pensamiento), comprometiéndose con la salud social y física de las personas y del territorio”. En el caso de Compostela, apostó por un “metabolismo de ciclo cerrado sobre su territorio adyacente, sobre el territorio de las aldeas sin ciudad, y sobre el calentamiento planetario”; algo que, según él, “debe presidir los planes, programas y proyectos que se tienen que desarrollar más pronto que tarde en nuestra ciudad”. Santiago debe ser, concluyó, una ciudad comprometida con la agroecología, que puede y debe activar el cultivo de alimentos frescos de proximidad, de calidad y ecológicos; comprometida con la salud del territorio y con la alimentación saludable de las personas”. Al igual que Ruth Varela, pidió que se atienda a la Estrategia Verde de 2010 en lo que se refiere al planeamiento urbanístico, “buscando la compacidad frente a la dispersión, la accesibilidad universal frente a la segregación, la movilidad activa y descarbonizada -que incluya un transporte público eficiente y propicie la inclusividad espacial, así como una mayor versatilidad del espacio público-, desarrollando el territorio urbano y rural mediante planes, programas, proyectos y acciones acompasadas y complementarias, que expresen ese compromiso con la mejora y la activación de los ecosistemas territoriales rurales y naturales de su entorno”.
Por último, Miguel Serrano, defendió la necesidad de “renaturalizar” Compostela, con la perspectiva de maximizar los beneficios ecosistémicos, que son los beneficios para la calidad de vida de la ciudadanía que proporcionan las especies que la acompañan en el ecosistema de la ciudad. Entre esos beneficios destacó la modulación de la temperatura en contextos de olas de calor, la mejora de la calidad del aire y secuestro de carbono, la retención de aguas pluviales, la alimentación de acuíferos, la disminución de los niveles de contaminación, o los psico-sociales y emocionales, derivados del contacto con la naturaleza.
Serrano cree que “es necesaria una única estrategia para el conjunto del ecosistema urbano de Compostela, con tácticas y elementos parciales”, lo que permitiría a la ciudad “afrontar los grandes desafíos, como el cambio climático y la pérdida de biodiversidad, mejorar su calidad de vida y hacerla más resiliente y democrática”. Todo ello, aprovechando las líneas maestras de la actual Estrategia Verde, aunque actualizándolas. Entre otros muchos aspectos, el biólogo afirmó que “deberíamos crear una ciudad porosa”, que permita que “la naturaleza penetre desde su entorno, fomentando corredores verdes y vías conectivas, potenciando también el papel que ya tienen las vías fluviales -como el Sar y el Sarela-, pero también restaurando otras pequeñas vías de agua”. En ese sentido, entiende como imprescindible recuperar la funcionalidad de los cursos de agua, hoy en gran parte canalizados, y “detectar y eliminar todos los puntos de emisión contaminante a nuestros ríos urbanos”.
Para Serrano, la renaturalización de la ciudad debe desarrollar una gestión basada en la diversidad de hábitats y en el arborismo, aumentando la densidad de árboles en muchas calles, instalando tejados verdes y jardines de lluvia, fomentando la presencia de flora en el pavimento, buscando la eficiencia climática de los edificios -sin olvidarse de la presencia en ellos de fauna y flora-, y reduciendo la huella ecológica mediante la gestión descentralizada y democrática de la energía. Además, considera preciso repensar qué hacer con los terrenos agrícolas del entorno municipal, que están en proceso de abandono, son víctimas de la especulación o han sido transformados en eucaliptales, “en desequilibrio ecológico y socio-económico con el escenario de cambio climático de las próximas décadas”.
En cuanto a la posible creación de un Botánico en Santiago, Serrano subrayó su importante función científica, divulgadora y de conservación de germoplasma, recordó que Galicia carece de él y señaló que Compostela, como “capital y centro universitario histórico, está legitimada para albergarlo”. “Ya se dispone de terrenos expropiados para ese fin en el río Sarela, en el entorno del Campus Vida”, concluyó, “pero creo que el Botánico podría albergar un observatorio ambiental que fomente la biodiversidad y la calidad de vida en los ecosistemas del noroeste ibérico y, particularmente, en el ecosistema urbano de Compostela”.